sábado, 23 de marzo de 2013

Crítica: "The Golden Age", de Woodkid

Yoann Lemoine, más conocido como Woodkid es una de esas personas que podría haber vivido en el Renacimiento italiano. Un pintor, escultor, inventor, arquitecto, botánico, científico, escritor, filósofo, ingeniero, músico, poeta y urbanista como Da Vinci o Rafael. Y es que puede que suene muy disparatada y exagerada esta comparación pero ha sido ilustrador, director de cine, fotógrafo profesional, escultor, pintor... pero si realmente debemos agradecerle su aportación es por sus espectaculares videoclips. Ha trabajado para, por ejemplo, Lana del Rey y Katy Perry, y ha sido multipremiado en esta categoría. Pero sin lugar a dudas, los mejores vídeos (en los que reina el blanco y negro, las milimetradas imágenes, el detallismo extremo...) se los guarda para sus canciones.

Ahora se ha embarcado en su proyecto personal y, tras su notable EP "Iron", nos presenta su primer larga duración: "The Golden Age". En todo el disco pretende combinar ritmos más propios del blues y del jazz con unas potentes percusiones tribales, así como unos vientos que dotan a la mayoría de los catorce temas que forman el disco de un tono realmente épico. La voz de Lemoine es grave y tosca, sin excentricidades ni alardes dejando mucho protagonismo a la música que es la que realmente lleva el peso de los temas con una gran cantidad de instrumentos, aún así aporta a cada corte esa melancolía que inunda cada nota que interpreta.

Abre el disco "The Golden Age", de título homónimo al propio álbum, comienza tan sólo con la voz de Yoann y un piano para irse abriendo paso a base de violines, instrumentos de viento y una imponente percusión. El final, en el que se van diluyendo los sonidos, ilustra a la perfección todo lo que ha ido sucediendo durante los casi cuatro minutos de duración: "The golden age is over..." acaba diciendo.

"Run Boy Run" ya habíamos podido escucharlo antes de la publicación del LP y de nuevo nos sumerge en la épica: tambores, palmas y gritos anuncian batalla. Con un impresionante videoclip este gran tema suena aún mejor. Continúa con "The Great Escape", alejándose un poco de la dinámica de los anteriores cortes nos sorprende con momentos en los que la música entrecortada aporta un punto muy interesante a la canción, para acabar de nuevo con una serie de trompetas y violines y concluir en alto.

"Boat Song" es un tema lento, quizá demasiado plano, en el que el piano se mantiene como único acompañamiento excepto por unos minúsculos efectos electrónicos y unos, más llamativos, vientos.
El adelanto que nos ofreció Woodkid (junto con "Run Boy Run") fue este "I Love You", en el que de nuevo la percusión se hace con el dominio del tema mientras la voz de Lemoine va creciendo hasta llegar a un poderoso estribillo que se va entrelazando con unos violines y unos toques de campana (a destacar también el videoclip del tema)

"The Shore" tiene una alegre melodía de piano que se contrapone a la triste voz del cantante francés y a los enigmáticos violines que van in crescendo hacia un desenlace realmente enorme. "Ghost Lights" va avanzando a paso de romper cristales (es necesario escucharla para entenderlo), de nuevo el tema crece, se vuelve gigante, las trompetas, los violines, la percusión, todo ayuda, todo crea una armonía junto a Lemoine.
El octavo corte llega de la mano de "Shadows", un tema completamente instrumental que habla por sí solo. Una verdadera obra maestra.

"Stabat Mater" impone durante los menos de tres minutos de duración que posee, pero son suficientes para sucumbir y sentirnos ínfimos ante la grandeza de la orquesta, notarnos minúsculos ante tal magnitud de instrumentos.

"Conquest Of Spaces" navega entre la épica y el misterio y nos da paso a "Falling", cuarenta y tres segundos de tensión que incluye unos estridentes agudos que crean una turbia atmósfera. Inmediatamente desaparece esa sensación con "Where I Live", otra vez vemos como de unas meras notas de piano nos va engullendo un mar de instrumentos, de sonidos y de matices.

Acertadamente nos encontramos con "Iron", presente en su anterior "EP", del mismo título, fue junto al realmente increíble videoclip que acompañaba al tema su mejor carta de presentación posible. Una llamada a la batalla, a la épica.
Llegamos al final del disco con "The Other Side", con unos tambores llamativos, de nuevo un potente acompañamiento instrumental que incluye unos coros masculinos finales que nos hace realmente quedar más que satisfechos con el primer trabajo largo de Woodkid.

Es un disco muy interesante, con una increíble proyección y que, de saberlo llevar bien al directo (realmente si fuera viable una orquesta en su gira estaríamos ante una auténtica obra de arte, pero parece que ser que deberemos conformarnos con algo más pequeñito desluciendo bastante este trabajo mayúsculo).
Yoann Lemoine ha sabido unir elementos del blues y del jazz (aunque no lo parezca) con la música clásica y la épica que rezuman sus canciones. Un inconformista que nos deja un debut con muy pocos "peros". Quizá los propios "pros" son los "contras" y se exceda con esa grandeza pero desde luego un más que notable álbum.

Nota: 8,4/10



No hay comentarios:

Publicar un comentario